La cría de caballos hispano bretón para cebadero se ha complicado en el último año por dos motivos principales: la subida del coste de los insumos y la inesperada aparición de los lobos. “En esta zona nunca se habían visto pero llevamos un año horrible”, asegura desde el Valle de Valdebezana, en el entorno de las orillas del pantano del Ebro, David Peña Herbosa.
Allí cuida una cabaña formada por 70 yeguas, 3 sementales y unas 130 vacas. “El lobo ya me ha matado 8 animales”, lamenta a sabiendas de que sin cadáver, el seguro no paga. “Aquí tengo 700 hectáreas, cuando desaparecen es casi imposible encontrarlos”.
Los ataques se suelen producir por la noche y sobre todo al amanecer, “pero también los he visto de día en primavera y como está protegido no hay nada que hacer. Yo no sé cómo piensan las cosas desde los despachos, pero como sigamos así comeremos carne de laboratorio. Esto es insostenible”.
Y es que, las cuentas han dejado de salir. “Si normalmente pierdes un 15- 20% en partos que van mal, ahora sumas otro 20%”, sostiene con preocupación porque aunque las crías son las más débiles, el riesgo a sufrir un ataque de un lobo perdura hasta que el animal cumple 2 años. “Eso si viene solo, si viene en manada se atreven hasta con las yeguas grandes”.
Al lobo «ni tocarlo»
Un mordisco muchas veces es suficiente para matar al animal. “Las mordeduras de lobo son propensas a crear infecciones. Hay veces que impresiona ver los agujeros, el cuello o la tripa rasgada. ¿Eso es bienestar animal? Pues esto es lo que hace el lobo cada vez que aparece. Es una impotencia total. Ves a tus animales sufrir, agonizar… pero al lobo ni tocarlo”.
Las medidas preventivas no son una opción. “¿Cómo voy a vallar 700 hectáreas? Sería mi ruina”.
Por ahora no saben cuántos hay, pero sí que están haciendo estragos a 8 km a la redonda. David no esconde su inquietud. “Antes del lobo esto ya estaba complicado pero ahora los pueblos se van abandonando poco a poco y con estos problemas será imposible garantizar el relevo generacional en los pueblos de montaña. Si los políticos no hacen nada, el mundo rural está condenado”.
En su explotación ganadera David vende los potros al cebadero a los dos años. Vende todos menos los que deja para reposición. Ahí la selección la hace él “para mejorar la línea genética”.
Las yeguas son bastante exquisitas. Les gusta parir en primavera por lo que la temporada de partos se concentra. “Yo ayudo cuando hace falta. A diferencia de la vaca que tarda en parir hasta 4 o 5 horas, la yegua es súper rápida por lo que hay que estar atento porque si tarda un poco más de lo normal, la cría posiblemente muera”.
El objetivo es que cada yegua para una cría al año pero no siempre se consigue. Por lo general, de los 20 años que viven, 17 son fértiles. La monta es natural, sin inseminaciones y cada yegua suele tener una media de 10- 12 crías en total, pero no es una regla que se cumpla siempre. “Es difícil porque muchas veces no se preñan”.
El trabajo de campo es continuo pero lo hace solo, porque no hay dinero para contratar y por otro lado, porque tampoco hay gente que quiera trabajar. “Aquí estamos acostumbrados a ser autónomos y a funcionar como autónomos”.
La subida de los insumos ha terminado de desequilibrar una balanza que hasta estos últimos dos años era prometedora porque antiguamente los caballos hispano bretones se dedicaban a las labores del campo, pero hoy su carne se ha convertido en un producto gastronómico valorado en países como Francia, Italia y poco a poco, España. “Los forrajes, los piensos, el gasóleo, los vehículos, las averías… todo ha subido una barbaridad. La rentabilidad ha bajado muchísimo y me temo que vamos a volver a las cifras de hace 10 años, cuando no dejaba dinero”, concluye.
Fuente original: www.elcorreodeburgos.com