Los cien ejemplares de la raza Aubrac de la ganadería de Rafael Dorrego Oteo viven en el paraíso, una enorme finca en Llano de Mena con vistas a los montes de la Peña y Ordunte, con pasto generoso y un encinar donde guarecerse del calor. Pero desde el día 4, en su hotel de lujo se ha registrado un enemigo invisible, un mosquito llegado de Marruecos, de la familia de los culicoides similar al causante de la enfermedad de la lengua azul y tan pequeño que nadie lo ve. Sin embargo, es capaz de hacer temblar a un animal de 600 kilos. El calor impenitente y la humedad le atraen y con su picadura está llenando de incertidumbre y enfermedad las granjas del Valle de Mena.
En noviembre de 2022 se confirmaron los dos primeros focos de la Enfermedad Hemorrágica Epizoótica (EHE) en Cádiz y Sevilla, donde se coló este invasor. Después ha viajado por toda España. A Burgos ha entrado este otoño por el norte y por el sur, puesto que el área de Aranda de Duero también ha registrado los primeros casos. Pero la expansión desde hace una semana está siendo exponencial en el Valle de Mena, con las temperaturas más benignas de la comarca y la mayor cabaña ganadera, con 11.000 cabezas. Más de un centenar de animales están afectados y decenas de granjas, la mayoría de las grandes explotaciones. Los ganaderos notifican los casos en la Unidad Veterinaria de la Junta de Castilla y León, pero esta Administración afirma a DB carecer de datos.
Quien ve cada mañana lo que se está viviendo en las explotaciones es Jorge Tapia Pérez, un joven veterinario menés de 27 años que ha pasado de hacer entre 15 y 20 visitas diarias a 42 este miércoles. Inicia la jornada a las siete y media de la mañana y la cierra a medianoche. «¿Cómo lo ves Rafa?», le pregunta al ganadero al llegar. «La vaca ha comido, pero el toro, no», responde. En su explotación han caído uno los tres toros y cinco vacas. El tratamiento lleva antibióticos retardados y antiinflamatorios de 24 o 48 horas, todo inyectado y combinado. La más grave habrá perdido ya 70 de sus 600 kilos, pero «probablemente perderá más», vaticina, «porque ya lleva quince días enferma y le está costando recuperar». Cariñosa tiene 17 años. Es uno de los mejores ejemplares de la granja y está embarazada de 8 meses. La edad y el estado de gestación no la ayudan. Con zinc y magnesio tratan de frenarle la descamación de las mucosas y con desinfectante, las llagas del paladar y las encías. Se resiste, levanta la cornamenta. Le sacan la mucosidad viscosa y desagradable. Apenas tiene fuerza para caminar.
Rafael Dorrego Oteo con un toro enfermo en la explotación que posee en Llano de Mena, junto a Santa Cruz de Mena. – Foto: Valdivielso
Las heridas son evidentes en el morro. «Esta vaca estaba gorda, preciosa… y ahora está metida de ingles», lamenta Rafael, que a sus 50 años y tras toda una vida en la ganadería que ya sostuvieron su padre y su abuelo, afirma que «jamás había visto estos síntomas». «Jamás», enfatiza. Dorrego duda de la eficacia de los productos desinfectantes y desinsectantes, porque en su granja cuenta con dos dispensadores por los que pasan a diario las vacas para rascarse y a la vez recibir el líquido en su lomo. Los toros reciben un tratamiento específico cada quince días y aun así uno ha caído enfermo.
A este ganadero le preocupa, no solo lo que está viendo, sino el futuro y el regreso del calor en abril. Qué sucederá, se pregunta. Volverá el mosquito a la granja o habrá cómo combatirlo eficazmente. Una de sus vacas ha abortado por efecto de la fiebre hemorrágica. Quedan decenas de partos hasta fin de año. Las ubres de las enfermas están muy afectadas y también repercutirá en la cría de sus terneros.
500 euros por animal. El tratamiento veterinario con los medicamentos y las visitas alcanzará unos 200 euros por animal, pero nadie sabe cuanto van a durar las secuelas, como afectarán a los ciclos reproductivos y cuanto tiempo habrá que suplementar con pienso y forrajes la alimentación, porque los animales dejan de pastar e incluso de beber cuando enferman. Dorrego vaticina que las afectadas deberán de pasar el invierno con suplementos para recuperar el peso y eso son otros 300 euros más por animal. Clama ayudas para mitigar este nuevo mazazo.
Patricia Núñez teme en Siones de Mena por la vida de esta vaca, enferma desde hace 10 días y que ha perdido su bravura. – Foto: Valdivielso
Nunca los ganaderos habían deseado más que llegara el frío y también la lluvia. Patricia Núñez, en Siones de Mena, lamenta la escasez de agua y, por defecto, de pasto. Rafael Dorrego recuerda que hasta hace una década, con la hierba de los prados meneses era suficiente para alimentar a sus vacas, pero cada vez más hay que comprar más pienso y forrajes, porque con el pasto no llega. Patricia, de 47 años y con 13 como titular de la explotación Las Arcillas, teme por la vida de una de sus vacas, muy afectada. «Da miedo cogerle el morro porque se le cae», describe.
En su granja hay un toro y seis vacas enfermas. El veterinario se acaba de ir. A Patricia le queda aún mucho trabajo. Tiene que revisar cada mañana y cada tarde a todos los animales dispersos en varias fincas para observar si comienzan con síntomas, porque cuanto antes los detecte, mejor pronóstico tendrán, en caso de ser atacados por el mosquito. «Nunca había visto una enfermedad tan rápida», dice. Ella, como el resto, lamenta las pérdidas económicas que esta nueva dolencia importada, va a acarrearles. Sus vacas enfermas están de cinco meses. Teme por los terneros que van a engendrar.
Las ayudas urgen y a tiempo real. «Los ganaderos están preocupados», afirma Patricia Núñez. Muchos tienen la cabaña en extensivo por los montes y ahí el manejo se complica. El mosquito invisible ha tomado el Valle de Mena y se ha colado en la comarca. Ya se han extraído muestras de sangre de animales sospechosos de sufrir la enfermedad en Espinosa de los Monteros, Montija, el Valle de Manzanedo y el Valle de Losa. Los resultados tardarán días en llegar, pero los síntomas ya están aquí.
Fuente original: www.diariodeburgos.es