Diario de Burgos hablaba de «heroico traslado», el Diario Montañés, de «odisea en la nieve», el Alerta, otro de lo rotativos cántabros de la época, desplazó a un valiente reportero, Jesús Delgado, que describió la gesta de 80 hombres aquel gélido 5 de febrero de 1954 como «una admirable empresa de heroísmo difícilmente superable». Hablaba de la peripecia vital que vecinos de Cabañas de Virtus, Virtus, Cilleruelo de Bezana y Ahedo de las Pueblas vivieron para trasladar a pie a Isabel García Peña a través del puerto del Escudo con una nevada infernal y temperaturas de 12 grados bajo cero. Querían sencillamente salvarle la vida y la trasladaron hasta Entrambasmestas, donde un Jeep de la Guardia Civil la llevó hasta Alceda para por fin subirse en una ambulancia de la Cruz Roja, que la desplazó hasta la Casa de Salud y ahora Hospital de Valdecilla, en Santander. Sufría un ataque agudo de apendicitis que acabó en perforación del peritoneo y que la retuvo un mes fuera de su hogar, donde dejó a sus cuatro hijos de 8 meses a 10 años.
Isabel tenía entonces solo 34 años, pero el pasado día 14 cumplió nada menos que 104. Lo que nunca imaginó es que aquellos hombres estaban haciendo lo posible para que ella disfrutara de una larga y saludable vida de centenaria, en la que solo necesita de un bastón para caminar y media pastilla para dormir, sin ningún otro tratamiento médico. Desde entonces, Isabel, una mujer en cuyo carácter ha prevalecido la alegría, como la describe su hijo José Antonio Díaz, dice de broma que «cuando bajó el Escudo quedó vacunada de todo». Jugar con alguno de sus diez biznietos es otra de las aficiones que aún conserva esta formidable mujer.
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