Padilla de Arriba busca apoyos para consolidar su ‘torre caída’ y crear un atractivo turístico

El tiempo apremia y el deterioro de la ‘torre caída’ avanza sin parar. Los vecinos de Padilla de Arriba tomaron conciencia de la importancia de mantener este símbolo del pueblo al cumplirse el centenario del derrumbe de la iglesia de Santa María, ocurrido en 1920, y ahora están decididos a sumar esfuerzos para consolidar lo que queda. Quieren que las ruinas se conviertan en un atractivo turístico y pronto lanzarán campañas para buscar micromecenas que les ayuden a financiar una iniciativa que no pueden asumir de otro modo, para lo que ya han recibido los consejos de otros exitosos proyectos que se han llevado a cabo en la provincia como los de Fuenteodra o Congosto.

El templo románico del siglo XII se hundió al caer el tejado y arrastrar con él buena parte de las paredes. Desde ese momento se empleó como cantera para las diferentes reformas que se ejecutaron en este municipio de Odra-Pisuerga, incluida la construcción de viviendas y de calles. Su deteriorado estado de conservación genera que se encuentre -desde el año 2008- en la Lista Roja de Hispania Nostra y supone un verdadero peligro por el alto riego de caída que existe de las partes que aún se mantienen en pie. Aunque en origen la iglesia contaría con el claustro y dos naves, ahora solo conserva uno de los muros de la torre y la cabecera. Los desean dar a esta zona un mejor futuro y, de hecho, ya han realizado  jornadas de trabajo -denominada hacenderas- para poner algunos ‘parches’ que alarguen su vida.

«El primer paso es consolidar, nos hemos puesto manos a la obra con el centenario y hemos formado una asociación para ello», explica Julio Aguilar, vecino de Padilla de Arriba. Así, buscan frenar su degradación para que ensalzar el valor del entorno y que sirva como un atractivo turístico. En el pueblo, con unos 80 vecinos, sienten que se trata de un «símbolo» que les identifica y por ello no dudan en incluir la ‘torre caída’ en las sudaderas, en las camisetas o en los vasos que elaboran para sus fiestas. «Hace un par de inviernos se ha caído el último ábside», relata Aguilar, que no quiere ver su derrumbe total. Ya se han puesto manos a la obra para lograr su objetivo y para ello ya han elaborado desde vídeos hasta artículos en su revista.

La primera fase del proyecto consistirá en unir o ‘coser’ las dos paredes que ahora presentan una enorme grieta para evitar que ceda y cause un accidente. Además, se quiere colocar una cobertura en la zona superior del muro con el objetivo de que no entre el agua. Para todo ello se requieren unos 3.000 euros, pero luego se pretenden acometer propuestas más ambiciosas que den a la zona el esplendor que merece. El grupo buscará apoyos en Hispania Nostra y en todas las instituciones, desde la Diputación de Burgos y la Junta de Castilla. Y también se lanzarán campañas de crowdfunding para recaudar.

Desde el pueblo ya se han puesto en contacto con Archivolta, empresa especializada en la conservación y restauración de la arquitectura monumental y tradicional, pasa conocer cómo avanzar en este proyecto. David Lamoca Rebollo, arquitecto, reconoce que le enamora la iniciativa y considera que la «belleza de las ruinas» evidencian que existe un «potencial fantástico». La fachada carece ahora de refuerzos para su equilibrio, pero hay soluciones que pueden ir desde la colocación de cables, tensores o contrafuertes hasta ideas más arriesgadas como una estructura auxiliar que sirva de mirador.

Por otra parte, el arquitecto opina que la zona puede albergar un «proyecto social y cultural» para vecinos y visitantes. Desarrolla que donde está el ábside, en la cabecera, se puede cubrir parcialmente en el futuro también para crear, por ejemplo, un espacio que sirva para pequeños actos, conciertos o conferencias. De este modo, ve «factible» el proyecto y apuesta por dar «un valor añadido» al entorno recuperando poco a poco lo perdido.

El paso definitivo. «A últimos del siglo XIX se hizo un llamamiento al arzobispado para avisar de que estaba a punto de caerse, pero se esperó la ayuda, llegó tarde y tampoco dio una respuesta efectiva al problema que existía», comentan Alberto de la Mata y Emilio Torres, vecinos. Ahora se mira al futuro y se confía en ‘salvar’ lo que queda para recuperar la vida que ha tenido históricamente este espacio. Los propios habitantes del pueblo se han encargado últimamente de grandes agujeros existentes en el muro. «Parece que no es nada, pero entre todos vamos haciendo cosillas y vamos a llamar a todas las puertas», asegura Julio Aguilar, que manifiesta que desde la nueva asociación de Los amigos de la torre caída no se van a rendir.

Una de las opciones más ambiciosas que tienen en mente ahora los vecinos pasa por contar con un impresionante mirador con una estructura que recorriese toda la pared -de unos 30 metros de altura- y sirviese como «foco turístico», aunque saben que eso requiere una gran cantidad de dinero difícil de conseguir a corto plazo. Ahora una de las opciones más asequibles y prioritarias pasa por colocar unos pilares para sujetar la infraestructura por la parte exterior, aunque tal vez eso no resultaría suficiente para sujetar la parte superior y por ello se propone esa gran estructura metálica que evite su caída. En la del arco creen que, de momento, vale con apuntalar.

Queda mucho camino por recorrer y demasiado trabajo por delante, pero el vecindario ahora es consciente de la importancia de este símbolo y hay ánimo para luchar.



Fuente original: www.diariodeburgos.es