Casilda de la Puente, la terrorífica bruja de Hormaza

JULIO CÉSAR RICO Burgos Viernes, 4 noviembre 2022

Casilda de la Puente vivía en Hormaza, una localidad entre Estépar y Villanueva de Argaño. / J.C.R

 

En esta pequeña localidad de Burgos, al pie del Camino de Santiago, vivía esta mujer con su esposo, Juan Vicente, ambos en la más completa indigencia. Su fama de bruja le llega en su vejez, con 73 años. Llamada por sus vecinos ‘La Romana’, creó su propia imagen de bruja para atemorizar a su pueblo y para lograr no morir de hambre. Pero fue denunciada ante la Inquisición que la juzgó y sentenció. Murió recluida en una celda en 1763


Era conocida como ‘La Romana’ entre sus vecinos. Se llamaba Casilda de la Puente. Vivía con su esposo, que fue jornalero de oficio, en la más absoluta de las indigencias. De joven había arrastrado fama de ello, pero entrada ya en la vejez, con 73 años, fue cuando se convirtió en una auténtica bruja. O al menos esa es la imagen que ella misma quiso dar.

Llevo el temor al pueblo y fue acusada por sus vecinos de hacer magia y realizar maleficios. Así lo recogió la Inquisición con decenas de testificaciones que realizaron al Santo Oficio los vecinos del pueblo durante los dos años que duró el proceso.

Sus vecinos la acusaron de provocar la enfermedad de familiares o incluso la muerte de un recién nacido; sus poderes sobrenaturales se los atribuían al demonio, quien le habría conferido a Casilda la facultad de practicar maleficios y sortilegios.

Creían cierto que esta mujer que tenía capacidad de dominar e inducir efectos en la naturaleza y causar daños en las cosechas, la comunidad de vecinos y de provocar la muerte y la enfermedad en sus vecinos.

La percepción extrasensorial, ligada a dotes adivinatorias y a la bilocación, también constan como acusaciones a Casilda en los tribunales de la Inquisición, lo que le llevó al inquisidor a pensar que Casilda tenía un pacto con el diablo y que, como creían sus vecinos, era una bruja auténtica.

El caldo de cultivo del pueblo era el más idóneo, como en la mayoría de los casos de brujería. La falta de cultura, la endogamia propia de una aldea pequeña y la única atribución a Satanás de cualquier fenómeno poco explicable, es el marco perfecto para el desarrollo de una bruja. De hecho, sólo un vecino de Hormaza le hizo frente a la bruja pese a que todo el pueblo estaba aterrorizado.

El protagonista del cara a cara con la bruja fue el maestro del pueblo que aseguró experimentar en su familia los maleficios de Casilda; dijo que sus conjuros habían provocado la muerte de sus hijos y en su casa se dejaban oír golpes y voces extrañas…

Con estos antecedentes, el maestro de la escuela la acusó de estos hechos con la amenaza de denunciarla a la Inquisición. Aquel episodio tuvo efecto y la bruja no le provocó más daño en lo que les quedó a ambos de vida.

Todas estas experiencias y acontecimientos se recogen en una de las comunicaciones de la XIII Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna, expuesta por la doctora María Gómez Alonso, de la Universidad de Cantabria, en las jornadas sobre Comercio y Cultura en la Edad Moderna, de la Universidad de Sevilla, y plasmada en una tesis doctoral por la profesora en Santander en 2018.

 

Proceso a la bruja

 

La Santa Inquisición le abrió un proceso de fe en octubre de 1761 que acabó, dos años después, con su muerte en una oscura celda donde la recluyeron acusada de ser la bruja de Hormaza.

A pesar de que ella misma construyó su propia imagen en los interrogatorios del Santo Oficio, siempre dio una versión «muy diferente de los testimonios de sus vecinos», afirma Gómez en su tesis doctoral. La mujer «siempre negó» las acusaciones de brujería. «Yo nunca he hecho, ni tengo un pacto con el demonio», decía.

La doctora Gómez Alonso recordaba en su comunicación que para la Inquisición «bastaron los testimonios de los vecinos», recogidos en los informes de los inquisidores Mollinedo y Alvear. El Consejo, junto con el Inquisidor General, decidieron que Casilda «fuera apresada y sus bienes confiscados».

El Santo Oficio emitió la orden el 2 de agosto de 1763. Hicieron presa a la bruja de Hormaza, pero no pudieron requisar pertenencia alguna porque nada tenía; finalmente se llevaron «una manta y una camisa que le fueron entregados», apunta la profesora de la Universidad de Cantabria.

Los interrogatorios se mantuvieron durante un par de meses a fin de que Casilda confesara su relación con Satanás. Sin embargo, la bruja de Hormaza no resistió las penosas condiciones de las cárceles secretas de la Inquisición; el Tribunal la exprimió hasta la muerte un 29 de octubre de 1763; con ello se cerró la causa.

 

Origen: la pobreza

 

Para la profesora Gómez Alonso, la situación de pobreza puede ser el detonante de la posterior transformación de Casilda. La bruja «comienza a utilizar (o más bien a aparentar que utiliza) los poderes que sus vecinos le atribuyen, para conseguir aquellos bienes que necesita, lo que pudo hacer cambiar la actitud de éstos hacia el miedo y el rechazo», apunta la doctora.

En los interrogatorios, los testigos insisten en que, «al tener fama de bruja, y debido al poder que posee para provocar desgracias, la tienen miedo, y por ello le dan todo aquello que pide, bajo coacción y amenaza, por miedo a sus supuestos poderes sobrenaturales, la surten de alimentos, materias primas, incluso dinero, etc».

En el estudio de la profesora de la Universidad de Cantabria se detalla que el caso de Casilda de la Puente es «similar» al de toda Europa. Reginald Scott, autor del libro ‘El descubrimiento de la brujería’, publicado en 1584 con la intención de luchar contra la caza de brujas y demostrar que los magos no estaban en alianza con el diablo con sus trucos, informa de que «estas miserables eran tan odiadas entre sus vecinos y tan temidas que poco se atreven a ofenderlas o les niegan aquello que piden». Incluso en Alemania, «las mujeres conocidas como brujas, eran temidas por usar sus poderes mágicos como armas en los conflictos con sus vecinos».

 

Otras brujas

 

La tradición oral es una de las fuentes más importante para conocer casos de brujas en la provincia de Burgos. El caso de Casilda de la Puente está documentado, pero hay otros muchos casos que son dignos de mención. Es el caso de la bruja de Carazo en Quintanilla del Coco, recogidas por José Manuel Pedrosa, Elías Rubio y César Javier Palacios en su libro ‘Héroes, santos, moros y brujas’.

En sus historias se mezcla la realidad, la leyenda y la imaginación de los vecinos. Hablan de una mujer de Carazo llamada Nicasia: «…Y ésta, un día, fue a Quintanilla del Coco, y fue y les dijo a los vecinos que iba a ir Dios Todopoderoso; y reunió a t’ol pueblo ella con el ‘Tonto de La Gallega’ (…/…) Pero tuvo que salir huyendo, porque ¡mira el engaño que les había hecho!»

Estos tres estudiosos de la etnografía burgalesa recogen testimonios de vecinos que les hablaron de la existencias de brujas en Hontoria del Pinar, Munilla, Huidobro, Cernégula, Villafría, Peñahorada, Cobos Junto a la Molina, Palacios de la Sierra, Villamartín de Sotoscueva, Quintana del Pidio, Poza de la Sal, Cantabrana … y así hasta 50 pueblos de la provincia de Burgos.

 

El proceso de Logroño

 

El juicio inquisitorial a las brujas más famoso fue el de Logroño. En apenas unos días se rememora allí el juicio a las brujas de Zugarramurdi; y probablemente en ese juicio se ajustició a otras que también en Burgos realizaban sus conjuros y potingues. Fue un 7 de noviembre de 1610 en la ciudad riojana. En Logroño se celebra este fin de semana la ‘Recreación del Auto de Fe’, que revivirá aquellos juicios.

En ese juicio cobró especial protagonismo un burgalés, el inquisidor Alonso Salazar Frías. Este gran inquisidor se sabía de memoria lugares y parajes de toda Castilla en donde se realizaban este tipo de ritos satánicos y brujeriles. Recorría todo el norte en busca de estas mujeres que actuaban al margen de lo permitido por el Santo Oficio.

Salazar Frías era un hombre de justicia, metódico; se estudiaba los casos con detalle y tuvo fama de cruel para unos, de justo para otros. En algunas ocasiones cuestionó y evitó que se quemara en la hoguera a alguna bruja ajusticiada, cuya sentencia no se ajustaba a la ley.

En la laguna de las brujas de Cernégula, dice la leyenda, se reunían estas mujeres llegadas de todo el norte de España. / J.C.R.

Cernégula. La leyenda del lago

Sábado; con la luna nueva en el cielo, oculta para que los ritos sean más secretos, las brujas del norte hacen piña en torno a la laguna de Cernégula. Las cántabras y vasconas; las castellanas y astures; hasta de Galicia y Navarra llegan. Comparten sus pócimas y brebajes e invocan al Príncipe del Averno con bailes y danzas. «¡Sin Dios y sin Santa María, por la chimenea arriba!…», alrededor de un espino para, luego del bailoteo, chapuzarse en una charca de agua helada.

En todos los pueblos de Castilla se sospechaba de alguna mujer; en pueblos como Espinosa de Juarros, Cuzcurrita o Ibeas; en Las Merindades, donde un vecino de Villamartín aseguraba que conocía a una mujer, llamada María, que como afirma: «Se volvía gato (…/…) y su hija creo que también…» Supersticiones, sin duda, que se repiten en muchísimos pueblos.

En otros lugares se dice que las brujas ahuyentaban al ganado o que se colaban en las casas abandonadas para realizar sus conjuros. Leyendas o realidades que en Cernégula cobran vida.

El espino tiene un especial protagonismo en la historia brujeril de Cernégula. Es el árbol de las brujas de Cernégula. Alrededor de él, las hechiceras se divertían y junto a la laguna y al árbol se tomaban sus brebajes, drogas quizá extraídas de las hojas y frutos; de los hongos y las setas del lugar.

Tal es la magia de este árbol, cuentan vecinos del pueblo, que en los años 90 se cortó porque impedía el paso de maquinaria a las tierras de cultivo; por arte de magia, el espino volvió a brotar; dos veces lo talaron y otras dos nació de nuevo. También se cuentan historias contrarias como que una mujer del pueblo orinó junto al viejo árbol y desde entonces se secó.

Las leyendas de la zona atribuyen a la intercesión del mismo Satanás los ritos y brebajes aprendidos por las brujas y que transformadas en animal, campaban a sus anchas por el Páramo de Masa profiriendo blasfemias e invocando a espíritus del inframundo. Y es que la tradición atribuye a las brujas la capacidad para transformarse en cualquier animal. Su apariencia es un perfecto disfraz para realizar cualquier acción maléfica.

Ese pasado pervive aún en la memoria de los vecinos de la comarca y en el imaginario colectivo. Ese tiempo, si fue o no real es lo de menos, sigue presente. Muchas casas de la villa y sus moradores no quieren olvidar que son carne de leyenda. Por eso, lucen en los tejados de sus lares una veleta con la figura de una vieja montada en su escoba que sobre vuela quién sabe qué paraje de la meseta o de la montaña castellana.

Hoy la vieja laguna, que nunca se seca, guarda la imagen de la bruja. Las culebras de agua y los sapos, ranas y otros anfibios anuros que pululan en el agua son el vestigio de aquel pasado brujeril y ¿quién sabe? si hoy las brujas se reúnen en otros parajes donde nadie las vea y así puedan mantener el diálogo con Mefistófeles para que las siga surtiendo de conjuros.

Fuente: BurgosConecta