Cuyacabras consigue salir del silencio

Cuyacabras
Pudo haber pasado desapercibido, pero el tiempo ha querido devolver a Cuyacabras la importancia que merece ser la necrópolis medieval con más tumbas de toda la Península Ibérica. El pasado jueves, el Consejo de Gobierno de Castilla y León aprobó la declaración de Bien de Interés Cultural de esta lugar, ubicado a escasos cinco kilómetros de la localidad burgalesa de Quintanar de la Sierra, para dar a vecinos y amantes de la Historia “un merecido reconocimiento” a un yacimiento que para muchos “ha permanecido demasiado tiempo en el olvido”.

Basta con cruzar la población pinariega para poder acceder por un camino a un paraje natural con grandes sombras y un sinfín de pinos. Un camino de piedra y una señalización bastante pobre dirigen al caminante hasta lo que otrora fuese un campo santo y un lugar de culto para quienes poblaron estas tierras en el S.X. Allí, en medio de la nada, una enorme roca sobre la que se tallaron casi 183 tumbas consigue sorprender al visitante.

El profesor Delfín de Miguel realizó hace unos años un estudio sobre el yacimiento que ahora se ha convertido en BIC. En él repasa palmo a palmo la necrópolis para ahondar en su importancia y en las razones de su construcción. De aquel trabajo, que hoy consigue salir a la luz, se desprende que “se trata de la necrópolis más grande, monumental y variada, si bien la escasa atención dedicada a su conservación e información ha hecho peligrar durante décadas su integridad”. Pero ¿cómo era y qué queda de aquel campo santo que muchos estiman pudo construirse en tiempos de la Reconquista?

Cuyacabras es en la actualidad la concentración de tumbas paleocristianas más densa de buena parte de Europa. Si bien es cierto que su datación se ha estimado en el siglo X, muchos estudios presuponen que pudieron ser construidas en siglos anteriores. Levantadas por cristianos que se vieron obligados a huir a las montañas ante el acoso de las incursiones árabes que sufrió la Península, su tosquedad en la forma de elaboración hace pensar que quienes picaron estas tumbas y nichos llevaban un estilo y forma de vida prehistórico, a pesar de los valores cristianos que implican que todas ellas se encuentren orientadas hacia Jerusalén.

Las tumbas de la necrópolis burgalesa sirvieron para alimentar todo tipo de leyendas entre los habitantes de estos pueblos que durante décadas conocieron este yacimiento con el nombre de las ‘tumbas de los moros’. Sin embargo, una excavación realizada en 1968 daría la vuelta a las teorías hasta entonces aplicadas. En agosto de 1968, un grupo de arqueólogos descubrió durante una pausa en una excavación la necrópolis de Cuyacabras. La tarea se prolongó hasta el año 1969 cuando, tras una intensa labor, en la que se delimitó el recinto de la necrópolis se excavó una iglesia y 150 sepulturas, que a lo largo de posteriores campañas se convirtieron en 183.

Antropomórficas, en forma de bañera, nichos y sarcófagos. Las tumbas de Cuyacabras sorprenden al caminante del S.XXI por su estrechez, tamaño y por cómo fueron concebidas y repartidas a lo largo de la roca. La mayor parte de ellas fueron esculpidas para albergar los restos de los más pequeños, a quienes se les hicieron unas tumbas que hoy en día se corresponden con una altura del tamaño de dos pies. No mucho más grandes son los sarcófagos y los nichos de los adultos, para quien también se reservó un espacio para el eterno descanso.

Eremitorio de Cueva Andrés

Muy cerca de la necrópolis, a escasos metros y en medio del bosque se ubica el Eremitorio de San Andrés. Un lugar que destaca por la belleza y tranquilidad que hizo que fuera elegido hace siglos por un eremita (ermitaño) para rezar en la más absoluta soledad. Este eremitorio mozárabe sirvió también de refugio para muchos pastores que pudieron guarecerse de los fríos inviernos castellanos en su interior. Prueba de ello es el aspecto ahumado que tiene este espacio hoy en día.

Una de las características que más se ha recogido por los historiadores es el arco de herradura esculpido en relieve que se ubica en una parte de la cueva, que pudo hacer las veces de oratorio, una inscripción ilegible y una gran cruz. Estos datos ponen de manifiesto que durante años en este espacio vivió un eremita que, con mucha probabilidad, falleció en este mismo lugar y permanece enterrado en algunas de las dos sepulturas anexas a la cueva.

Tierra de necrópolis

Las localidades de la serranía burgalesa estuvieron durante décadas ocupadas por cristianos que permanecieron en territorio musulmán en los siglos posteriores a la ocupación árabe. Así lo demuestran las numerosas necrópolis de la época Alto Medieval ubicadas en Revenga, Castrillo de la Reina, Quintanar de la Sierra y Palacios de la Sierra. Con mayor o menor número de tumbas, y con diferencias que hacen pensar que se trataba de poblaciones cristianas con distintas costumbres, permanecen once siglos después con mejor o peor grado de conservación, pese a las continuas quejas de vecinos a las administraciones competentes.

Son muchos los habitantes que piensan que “un patrimonio así debiera de haberse conservado, señalizado y abierto al turismo hace décadas”, y por tanto todos los quintanaros confían en que la declaración de BIC lave la cara a un espacio “por el que no se ha tenido mucho interés”. De ahí que las próximas acciones se encaminen a mejorar la señalización del yacimiento, carcomida por el paso de los años, y realizar tareas de promoción turística que pongan a Cuyacabras en el lugar que le corresponde.

 

 

fuente: Leo noticias