Escondido. Si no lo quieres encontrar. Protegido. Entre montañas ve a buscar… Paraíso con radio para escuchar. Bosque y río. Senderos para navegar… Mar de trigo. Que te sostiene al nadar. Pan querido. Migas de sueño y de sal… Así de bonito canta Peio Garmilla, el joven cantautor de Valdivielso. Los versos son de Valle, una de las 17 canciones del primer disco que acaba de comenzar a grabar en Madrid de la mano de Iñigo Bregel -Los estanques-. Casi todas nacieron durante el confinamiento. Para Peio fue una liberación. «Se me abrió una ventana», recuerda. Había pasado por una depresión, por una búsqueda de su identidad. Y componiendo canciones descubrió «como canalizar y expresar lo que sentía». «La música me dio mi propósito», dice. Nunca antes de la pandemia había pensado en dedicarse a ella.
Había aprendido trompeta en la Escuela de Música de Villarcayo, más por la insistencia de su madre que notaba su agudo oído y virtud para la música, que por su interés personal. Tocó dos años más el piano hasta que se lanzó a la guitarra de manera autodidacta. Solo hacía versiones de La Moda, Izal y sus favoritos cuando Iker Ruiz, un compañero de la UPV, donde estudió Comunicación Audiovisual, le animó a componer algo juntos. Al poco llegó el encierro.
Y brotaron sus primeras canciones a bocanadas, sin esperar, fruto de toda una vida con el oído pegado a Radio Valdivielso, leyendo la poesía paterna y asomado a los paisajes de la Sierra de la Tesla en su valle querido, su «sitio seguro, inspirador». «Son muy sinceras y especiales, con mucho sentimiento», describe. Y lo más importante, le siguen gustando, aunque ahora compone temas muy diferentes. Lleva 80, pero para su primer disco, titulado Migas de sueño, ha querido regresar a la raíz, a las primeras, a las que dejó un día en «barbecho» y que «significan mucho para mí». El título juega con el hecho de que dedicarse a la música y grabar un CD era un sueño para él y con las migas de pan del horno de leña de Quintana.
Peio Garmilla, el viernes con su guitarra y con los paisajes de Valdivielso que tanto le han inspirado al fondo. – Foto: A.C.
El viernes volvió a traspasar su umbral poco después de las doce, a los pocos minutos de que su proyecto iniciara una nueva etapa con la apertura de una campaña de micromecenazgo en Verkami. Necesita 4.500 euros para sumar calidad en cuestiones como el diseño artístico de la portada, la grabación del videoclip de lanzamiento, la fabricación del disco y todo lo que rodea esta creación. Solo es una parte del presupuesto, porque el resto ya lo ahorró entre el otoño de 2022 y la primavera de 2023 cantando en el paseo de la playa de la Concha, en San Sebastián.
Solo hubo nervios el primer día. Fueron 70. Los tiene contados. A partir del segundo solo recuerda los ánimos del público, su amabilidad, su apoyo económico, el aprendizaje que le supuso estar frente a un micrófono día tras día, el enfrentarse a la mirada ajena. Antes había tenido algunas breves oportunidades de subirse a un escenario, por ejemplo, con el dúo Fetén Fetén en el concierto que cada verano organiza Radio Valdivielso o con los integrantes de Proyecto Villalacre. Hace pocos días también cantó en el Café Libertad 8 con Kiko Tovar, que presentaba su disco Pájaro aquel, con poemas de Jairo Aganzo.
En la azotea. En las primeras 10 horas, la recaudación alcanzó los 630 euros. Durante 40 días se podrá colaborar y si se superan los 4.500 previstos, Peio sueña con más calidad todavía. Espera acabar la grabación en marzo, realizar la masterización en abril, llevarlo a fabricar y lanzar el disco entre mayo y junio. La presentación oficial se celebrará en la azotea de la Torre de San Martín, como no, en su casa, en Quintana de Valdivielso. Para entonces tendrá recién cumplidos los 24 y habrá dado un importante, aunque necesita una banda de músicos, que aún no tiene. Pero lo más importante ya lo ha conseguido, porque «dar con aquello que te apasiona no es fácil».
Fuente original: www.diariodeburgos.es