La Asociación de Enfermos de Alzheimer de Aranda y la Ribera (AFAR) cumple 28 años de historia, pero solo ansía un regalo: “Necesitamos que la Junta de Castilla y León nos ayude para habilitar un nuevo centro con el que poder crecer y dar cobertura a las 35 personas que están en lista de espera”, urge la presidenta, María Antonia Sassot, con preocupación, porque cada año aumenta el número de afectados.
La asociación se vuelca tanto con los enfermos de Alzheimer como con sus cuidadores. “Es una enfermedad tremendamente cruel para quien la padece, pero también para el cuidador; sufre lo que no está escrito”, lamenta tras vivirlo en primera persona. En su opinión, uno de los momentos más difíciles, “porque hay muchos”, es cuando “ves que te mira, pero ya no te ve”.
María Antonia no esconde su impotencia: “Nos gustaría atender a todas las personas que nos necesitan, pero lamentablemente la falta de espacio nos limita”.
No es la primera vez que lo dice, ni ella ni sus antecesoras. AFAR lleva más de una década reclamando más espacio. “El Ayuntamiento está tramitando la cesión de un terreno, un proceso que comenzó la anterior corporación y que ahora continúa el actual equipo de gobierno y lo agradecemos. Hay varias alternativas, tanto para construir de cero como para rehabilitar, pero necesitamos dinero contante y sonante para poder llevar a cabo el proyecto de obra y, sin la Junta de Castilla y León, es imposible”, insiste, a sabiendas de que, sin una ayuda pública, no pueden solicitar un préstamo porque “si no hay una ayuda pública que avale de alguna forma, ningún banco lo da”.
AFAR no descarta incluso trasladarse a un pueblo de la Ribera para poder acceder a las ayudas de la asociación ADRI y la Diputación de Burgos. El tiempo, desde luego, apremia y no perdona. “Hay familias que no pueden esperar”.
Servicios
Actualmente, la Asociación de Enfermos de Alzheimer de Aranda (AFAR) atiende a un centenar de personas. En la unidad de memoria estimulan a los recién diagnosticados con el objetivo de ralentizar el avance del deterioro y que “mantengan la autonomía el mayor tiempo posible”.
Los más dependientes acuden al centro de día, donde pueden estar la jornada completa, de 9:30 a 18:30 horas, con servicio de comedor, o en horario de mañana o de tarde. El problema de este centro de día es que, por capacidad, solo puede atender a 20 personas, una cifra insuficiente para dar cobertura a una realidad que es devastadora. “Necesitamos impepinablemente más espacio”, urge sin olvidar la tercera pata del programa asistencial: la atención domiciliaria, donde se realizan ejercicios de estimulación, dan paseos, ayudan en el aseo personal y, si es preciso, garantizan la medicación y la comida. “Somos una asociación sin ánimo de lucro y, desde luego, nuestro fin no es ganar dinero. Trabajamos cada día para dar un mejor servicio y para que tanto las personas enfermas como sus cuidadores estén bien atendidos”.
Como presidenta de AFAR, María Antonia insiste en el papel del cuidador: “Es uno de los trances más difíciles. Esta enfermedad machaca al enfermo, pero también a su entorno y, sobre todo, a su cuidador o cuidadores. Porque, por mucha voluntad que pongas, muchas veces no sabes hacerlo o pierdes los nervios, o te encierras en esa rueda y, si sales, te sientes culpable. La atención debe darse en un sentido y en otro”, defiende.
Pensando en ellos, AFAR desarrolla un programa específico con apoyo psicológico, información y asesoría para que puedan acceder a las ayudas, “porque los trámites son farragosos”, y también para que tengan esos espacios necesarios de respiro, como el yoga o actividades externas.
Fuente original: www.elcorreodeburgos.com