Los resineros vuelven al monte


«Podría ser el sustitutivo del ladrillo». Esta es la respuesta que da uno de los mayores expertos del país en el oficio de resinero, el soriano Lázaro Hernández Muñoz, cuando se le pregunta qué le parece que muchos pueblos se estén planteando recuperar este oficio, perdido desde los años ochenta, en busca de un nicho de trabajo y de fijar población.

Tras la afirmación inicial, Hernández matiza sus palabras .«Me parece una idea estupenda, porque aunque no creo que el oficio resinero vuelva a ser como en su época dorada, es un yacimiento de empleo bastante considerable y una manera de fijar población joven», apunta en una conversación telefónica. Y esos son los argumentos que se esgrimen ahora en pueblos como Pinilla de los Barruecos, Salas de Bureba, Oña u Hontoria del Pinar, entre otros sitios, cada vez que se organiza una reunión para ver qué posibilidades hay de volver a obtener beneficios por el aprovechamiento de las resinas.
En el documento El antiguo oficio de resinero, que el entonces Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación le publicó en 2006 a Lázaro Hernández, se especifica que la primera fábrica destiladora de resina de España se abrió en 1844 en Hontoria del Pinar, un pueblo en el que desde entonces y hasta los años ochenta trabajaron la resina. Treinta años después, vuelve a haber interés en rascar los pinos para forzarles a expulsar la resina y el Ayuntamiento está convencido de aprovechar la oportunidad. El alcalde, Francisco Javier Mateo, explica que hace tiempo colgaron una circular en la que se convocaba a todos los interesados en trabajar en la resinación a ponerse en contacto con el Ayuntamiento. El pasado 26 de noviembre celebraron una primera reunión a la que, según destaca Mateo, «vinieron cinco personas, pero supongo que habrá más interesados».
La intención de Mateo es dar todas las facilidades posibles para que cuando comience la próxima campaña -en la primavera de 2013- se pueda resinar. Pero para eso, primero hay que dar otros pasos como contactar con Medio Ambiente para que lo autorice y determine sobre qué ejemplares se puede resinar; crear una cooperativa de productos forestales que facilite todas las gestiones y, lo más importante, hay que enseñar a los interesados el oficio, porque todos ellos son jóvenes que jamás lo han hecho. «He estado mirando cursos con monitores que enseñan a resinar, pero son muy caros y ahora no hay financiación para este tipo de cursos. Nosotros no lo podemos asumir, así que trataremos de que vecinos mayores del pueblo que fueron resineros enseñen a los más jóvenes cómo deben hacerlo», explica.
No todos los pinos sirven para la resina ni todas las zonas son igual de provechosas. La Demanda, por ejemplo, tiene gran cantidad de pino silvestre, que es muy bueno para la madera pero no para la resinación. Para ello, de hecho, lo más adecuado son los pinos pinaster o marítimos. Y dentro de este grupo, también hay que seleccionar. El concejal de Salas de Bureba que más está moviendo la recuperación del oficio en la comarca, José Manuel Ojeda, explica que han encargado un estudio de viabilidad a la Junta antes de lanzarse porque «hay mucho pino antiguo que no puede volver a resinarse al estar bastante deteriorado».
Esta es una de las zonas de la provincia en la que más avanzado tienen el proyecto de volver al monte a por la miera (que es como se denomina al jugo de la resina tras cristalizarse al contacto con el medio ambiente), porque ya han acordado formar una asociación de alcaldes de la zona para agilizar las cosas, se han reunido con ingenieros de montes, con la Diputación, han constatado el interés de sus vecinos por el asunto y se han informado de precios y salidas para la materia prima. Pero aún viéndole un futuro claro, creen que no será posible empezar en la próxima campaña. «Noventa por cien de posibilidades de que no, porque para resinar hay que limpiar mucho el monte y ponerlo en condiciones», explica el concejal Ojeda, matizando que esa tarea, en cambio, «sí permitiría obtener biomasa, que da ingresos antes que la resina y, al mismo tiempo, permite preparar el terreno para esta actividad, que, insisto, tiene mucho futuro porque solo el 3% de la resina que se consume en España se produce aquí, el resto se importa».
¿A quién le compramos los españoles el 97% restante? La respuesta es obvia: a China. Y como explica Lázaro Hernández, el gigante asiático ya no exporta materia prima, sino que vende el producto transformado. Y ahora ya han incrementado sus exportaciones a países emergentes como India en detrimento de la Unión Europea. Y si el precio del petróleo sigue incrementándose y llega un momento en el que China decide restringir sus ventas de resina aún más, la UE y España tendrían un problema de abastecimiento. He ahí uno de los motivos de más peso para volver a recuperar un oficio duro, pero que tiene muchas salidas. De la resina se obtiene un producto sólido, la colofonia, y otro líquido, el aguarrás. El primero se emplea para cometidos tan diversos como fabricación de tintas para impresión, pegatinas, cintas de embalaje y otros productos adhesivos, pinturas, barnices y lacas, soldaduras para industria electrónica, bandas sonoras de carretera, goma de masticar o cuerdas de violín, entre otras aplicaciones. En el caso del aguarrás, una vez que se transforma puede tener uso en colonias y cosméticos, disolventes, desodorantes, productos de limpieza, jabones, pinturas, betunes… De ahí que Pinilla de los Barruecos, Oña y otros tantos pueblos tengan planes concretos en este sentido.

nueve fábricas. Sin embargo, si bien es cierto que la resina tiene mercado, no parece tan claro que pueda llegar a alcanzarse el ritmo de trabajo de décadas pasadas. En las muchas horas que ha invertido Lázaro Hernández en bucear en archivos y bibliotecas ha descubierto que Burgos llegó a tener hasta nueve fábricas destiladoras entre 1939 y 1959, la época de mayor apogeo, pero antes hubo otras tantas.
Por teléfono explica que la primera de la provincia -y del país- empezó a funcionar en Hontoria del Pinar en 1844, por iniciativa de un hombre llamado Eustaquio de Miguel y de un grupo de socios franceses. Hernández afirma que es frecuente ver que esta fábrica abrió en 1846 por iniciativa de un diputado en Cortes, Pedro Egaña, pero subraya que no fue así, que el diputado entró en esa fecha como socio capitalista, pero que la fábrica ya funcionaba con anterioridad. Entonces, era un producto en expansión que atraía inversiones y, por lo tanto, también conllevaba ciertas polémicas. «Los enemigos políticos de Eraña arremetieron contra él porque había un contrato draconiano para la contratación de los pinos sobre los que se resinaba», apunta. Así, esta fábrica primitiva tuvo unos años de parones y reaperturas hasta que entre 1873 y 1875 cerró. Pero surgieron otras. «Sabemos de su existencia en Aranda de Duero, Zazuar, Valverde de Arandilla, Oña, Salas de los Infantes, Palacios de la Sierra, Arauzo de Miel, Hontoria del Pinar y en alguna otra población, siendo la más antigua de estas últimas La Resinera Arandina, levantada en 1899 y comprada tres años más tarde por La Unión Resinera Española», cuenta. Después de la Guerra Civil y hasta 1959 había nueve destiladoras, pero a partir de entonces las cifras empezaron a caer:en 1965 había seis; en 1967, cuatro (Industrias del Pino E. Medrano en Salas de los Infantes, la Unión Resinera en Aranda, Basilio Mesa García en Hontoria del Pinar y Miguel Rebolleda Zaldívar en Oña);y en los años ochenta, ya solo quedaban dos, que también acabaron por cerrar a medida que la resina perdía la batalla frente a otros productos. Y al final, se llegó a la situación actual, en la que solo hay fábrica en Segovia.
Puede que 2013 sea el año del cambio de tendencia, el año en el que pueblos en los que el aprovechamiento de la resina era una actividad cotidiana vuelvan a hacerlo. Motivos laborales y económicos hay, pero no son los únicos. Tampoco se puede perder de vista el aspecto medioambiental. «Los resineros son guardias forestales que no cobran por apagar incendios, porque al estar todo el día en el monte en las épocas en las que más calor hace -las campañas se prolongan de marzo a octubre- son los primeros en detectarlos, sofocarlos y dar aviso», concluye Hernández, quien no solo ha investigado, sino que es hijo de resineros y él mismo resinó.

fuente: DB