José Luis Lejonagoitia lanza Miel de Frías, un proyecto para poner en valor la tradición apícola

José Luis Lejonagoitia es amante de las emociones fuertes. Deportista nato, practica triatlón desde que cumplió su mayoría de edad y ha participado en ocho Ironmans. Los 3,86 kilómetros de natación en mar abierto, los 180 de ciclismo y los 42,2 de carrera a pie nunca se le han resistido, aunque en Niza y Lanzarote las fuerzas flaquearon. Una sensación semejante a la que siente cuando se pone delante de una de sus 23 colmenas. Adrenalina pura y dura, aunque no porque miles de abejas le rodeen en décimas de segundo, ni tampoco por el nerviosismo que genera su zumbido. Lo suyo va más allá. Ningún médico recomendaría a un alérgico a estos insectos que en sus ratos libres se dedicara a la apicultura. Pero el vasco está hecho de otra pasta.

En la década de los ochenta conoció a la que ahora es su mujer, Inmaculada, y desde entonces la visita a Frías se convirtió en una de sus rutinas favoritas. Hace algo más de siete años se ‘vistió’ por primera con un traje de astronauta, así es como define al traje ventilado que luce cuando se acerca a las revoltosas abejas. Comprobó la importancia de su existencia y se aventuró en el mundo de la producción de miel. Ahora, con la experiencia como aliada, ha presentado un nuevo modelo de negocio. Miel de Frías, así lo ha bautizado, nace con un «espíritu de divulgación medioambiental sobre la importancia de los insectos polinizadores en el medio natural y la urgente necesidad de preservarlo».

El Espacio Natural protegido de los Montes Obarenes-San Zadornil, donde ubicó el colmenar, es «el mejor escaparate» para realizar también una labor de concienciación, ya que además de producir la miel, su iniciativa trata de poner en valor la tradición apícola de la zona, los usos y costumbres, la arquitectura popular asociada a los colmenares y el cuidado de las abejas, tan «vinculados al mundo rural y a las costumbres populares». La labor comercial no es la faceta en la que José Luis tiene más interés, sino la educativa, al «dar a conocer el mundo abeja» con visitas guiadas.

Con este proyecto de apiturismo busca relacionar el mundo de las colmenas y el chacolí, tan arraigado en el norte de Burgos, y que comparten bastantes elementos en común. En las visitas guiadas que se programen a partir de Semana Santa, los asistentes conocerán el fascinante comportamiento de las abejas a través de un recorrido histórico, etnográfico y medioambiental por la localidad, ligando la historia, la apicultura y la gastronomía. Todos ellos vestirán con el traje adecuado y visitarán un colmenar. Posteriormente conocerán el proceso de elaboración de la miel y del resto de productos de la colmena (polen, propoleo o jalea real)  para terminar con una degustación de productos locales -queso ecológico de oveja de La Majada de Barcina de los Montes, tres tipos de mieles, nueces o chacolí- en una finca situada junto al puente medieval.

Quizá la experiencia más espectacular del apiturismo sea «convertirse en apicultor por unas horas», comenta el vasco. Pertrechados con traje y guantes, descubrirán el mundo fascinante que esconde una tapa de madera. «A nadie se le borra de la memoria la sensación de tomar un panal lleno de abejas en las manos por primera vez y localizar a la reina entre más de 40.000 insectos. He hecho cosas por este municipio y con esto me quito la espinita». A por todas.
 



Fuente original: www.diariodeburgos.es