Aurora Gutiérrez tiene 78 años, reside en el pueblo que la vio nacer, cuida a sus tres hermanos y además este mandato ejerce de concejala. Se declara una apasionada de la lectura, se entretiene dando paseos por la zona y se apaña perfectamente con el móvil, ya que reconoce ser «muy lanzada» para las tecnologías, y eso le permite estar en contacto con la ‘familia’ que hizo en Madrid, donde pasó gran parte de su vida. Esta mujer pasa todo el año en Mahallos, pedanía situada a apenas un kilómetro de Sordillos, pequeño municipio entre Villadiego y Sasamón que cuenta con solo 23 habitantes y al que el INE considera como el más envejecido de toda la provincia burgalesa.
Aurora es una de las más mayores; la media de los empadronados es de 73 años y la tranquilidad se respira en sus calles. «Antes las familias tenían muchos hijos y, aunque ahora hablan de la España Vaciada, las casas aquí se vaciaron entre 1960 y 1970 en busca de trabajo en las grandes ciudades», recuerda Aurora, que con 14 años cogió el autobús en dirección a Madrid cuando por entonces vivían en Sordillos unas 150 personas, según el INE. Regresó a los 53 años para cuidar a sus padres y ahora vive con sus hermanos Jesús (73 años), Ramón (75) y Eustasio (79) en la pequeña pedanía de Mahallos, donde solo su casa permanece abierta. En el reino de los jubilados, ella es una de las jefas.
¿Y cómo se las ingenian en este pueblo para encontrar las comodidades del día a día? Pues la solución pasa por desplazarse hasta las localidades de mayor tamaño de la comarca Odra-Pisuerga. «Me muevo todas las semanas a Villadiego y allí hago las compras, además viene una persona con congelados cada 15 días que trae de todo», expone Aurora. Hasta ese mismo municipio -a 10 kilómetros- van al centro de salud. «Nosotros somos los cuidadores de Mahallos, atendemos lo que tenemos por aquí plantado y hemos realizado la pavimentación en los últimos años», afirma.
A Carmelo García y a Mari Carmen Rubio, de 67 y 62 años, respectivamente, les hace gracia que Sordillos, donde viven desde que se jubilaron, se convierta en el municipio más envejecido de Burgos. «La verdad que es un pueblo muy tranquilo y tiene la ventaja de que es de los pocos donde se escucha el silencio, nos estamos dedicando a ponerlo muy bonito y es verdad que aquí estamos todos jubilados», dice esta pareja. «Y eso que en los últimos tiempos se está rejuveneciendo y gente más joven ha comprado algunas casas, por lo menos están rehabilitando unas cinco o seis ahora», aseguran. Puede que esos nuevos vecinos que han comprado una casa para ir los fines de semana no se hayan empadronado aún y de ahí que la media de edad que marca el Instituto Nacional de Estadística les sitúe en el podio de los más mayores.
«Los fines de semana y en verano se nota más movimiento, especialmente con las fiestas de Santiago y Santa Ana», dice Carmelo. Una de las cuestiones que más feliz le hace es convertirse en la cuarta generación que conserva la casa en el pueblo. «La tuvo mi tatarabuelo, luego pasó a mi abuelo, luego a mi padre y ahora la tengo yo; lo mantenemos principalmente por el cariño a nuestros ancestros», confiesa. Entre podar los árboles, encargarse de la huerta, ir a por setas y dar paseos se pasa el día volando. El amplio y cuidado jardín que poseen también demuestra que ahí echan unas cuantas horas. «Y para comprar solemos ir a Villadiego, donde las morcillas y el picadillo están exquisitos, de los mejores que yo conozco», comenta Mari Carmen. Aquí no les falta nada.
(El reportaje completo y más fotografías, en la edición impresa de este sábado de Diario de Burgos)
Fuente original: www.diariodeburgos.es