Robles mal cuidados. El palanciano Lucio Ibáñez lamenta que las administraciones no estén cuidando como se merece el robledal de Palacios de la Sierra, único en la comarca y en España.
El término municipal de Palacios de la Sierra posee un tesoro llamativo en la comarca y único en España. Las ombrías del Pico y del Quemado y el Bercolar dan cobijo a una espectacular plantación de robles negrales de tipo americano que durante muchos siglos ofrecieron negocio y prestigio al municipio palanciano. Texto alternativo Texto alternativo
No se sabe muy bien cuándo llegó esta especie a Palacios de la Sierra, aunque se habla del siglo XVI, poco después del descubrimiento de América. Se dice también que fueron unos frailes quienes plantaron las primeras semillas en las colinas pinariegas. Sea como fuere, los robles de Palacios fueron una referencia. Así lo afirma Lucio Ibáñez, empresario de Palacios. “La madera de estos robles tiene una calidad excelente. Se utilizaba tanto para muebles como para tonelería, con unos resultados muy buenos”, recuerda. Y es que los robles de Palacios servían para hacer cubas de vino. “Vendíamos mucha madera a la bodega de Pedro Domecq, en Jerez de la Frontera. Esto da muestras de su resistencia y su docilidad para el trabajo, porque las tablas no se partían al darles la forma del recipiente”. El resto del árbol, incluidas las raíces (“que tienen un dibujo más bonito”), se vendían sobre todo en Valencia, siendo utilizadas para hacer muebles. “Se hacía chapa fina con ella”.
Ibáñez recuerda que cada año, “se subastaban al pie del propio roble los 25 mejores ejemplares. Como digo, se arrancaban con bueyes para aprovechar las raíces”. Para recordar la importancia que el roble negral tenía en la economía y la sociedad de Palacios, sirve de ejemplo una leyenda. “Se dice que en el siglo XVIII unos frailes de Santo Domingo de Silos, presuntamente de la misma congregación que trajo la especie a Palacios, vino al pueblo y solicitó que le fueran pagados los derechos de los árboles. Al parecer, el alcalde y dos o tres mozos les llevaron al monte para que vieran los robles y ya allí, les ahorcaron”, relata un vecino de la localidad palanciana. Este pinariego no sabe hasta qué punto es cierta dicha leyenda, pero lo que sí que es real es que en El Quemado existía un roble “al que se llamaba roble cuelga-frailes”, añade. Y si este robledal se mantuviera en buenas condiciones, podría reportar ingresos a Palacios. “Este tipo de roble no lo hay en otros sitios de España, así que la demanda sería buena. Y su precio es aproximadamente cinco veces mayor que el de la madera de pino primera que surge en estos montes”, opina.
Pese a todo ello, en las últimas décadas el cuidado de esta especie no ha sido el apropiado, a entender de Lucio Ibáñez. “ya hace unos 40 años que se dejó de utilizar la madera para tonelería, porque al empezar a estar porosa, no servía para hacer cubas. Esto hizo que se cuidara aún menos y que ya no se venda ni siquiera para muebles”, explica. Hace algunos años se intentó sanear el robledal de Palacios, pero no se hizo en las mejores condiciones. “Se hicieron cercamientos y cortas, pero no se realizó bien”. Lucio Ibáñez cree que se debería sanear el robledal “quitando los ejemplares podridos, haciendo cotas y plantando bellotas de los propios robles de la comarca”. En opinión de Lucio Ibáñez también se debería “cercar estas cotas para que el ganado no se coma los nuevos robles que crezcan”. Para ello, Lucio Ibáñez solicita que se impliquen “la entidad propietaria y la encargada de la gestión de los montes”, evitando que se pierda el robledal de Palacios. Porque a este palaciano le dolería mucho “que algo que tenemos y que es útil nos lo dejemos morir”, finaliza.